La disminución de prácticas como la sustitución de estas especies debe ir acompañada con el incentivo de modelos forestales que posibiliten el uso sustentable de estos recursos.
Cada 28 de junio se celebra el Día Mundial del Árbol, una fecha que busca recordar la importancia de proteger las superficies arboladas, un anhelo en el que adquiere especial relevancia la conservación de las especies nativas.
Según cifras del Catastro de los Recursos Vegetacionales Nativos de Chile, Monitoreo de Cambios y Actualizaciones de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), a 2017 la superficie cubierta de bosque nativo en Chile alcanzaba las 14,41 millones de hectáreas, lo que representa el 19,04% del territorio nacional, con una riqueza que se expresa tanto en términos ambientales como productivos.
Es así como Jennifer Romero, directora ejecutiva de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo (AIFBN), explica que “según el territorio, muchas especies se destinan para carbón y leña (ulmo, coigüe, lenga, roble, canelo, espino y otras), otras especies se utilizan en baja escala para construcción (estructura, revestimiento y decoración), por su follaje (por ejemplo, boldo y otras para infusiones), por sus frutos (ejemplo piñones de araucaria y cocos de palma chilena), para medicinas, artesanías y otros usos. Otras, en conjunto, son fundamentales para la provisión de otros productos forestales de árboles, arbustos o lianas, como otros frutos silvestres, hongos, material para cestería, etc. En cuanto a industria a gran escala, sólo la especie lenga en Magallanes se utiliza como madera de alto valor agregado, para revestimiento, muebles y decoración”.
Sin embargo, la conservación de estas especies nativas es algo que ha estado vinculado principalmente a nuestra historia reciente, debido a que “durante el siglo pasado se observó una enorme sustitución de bosques nativos por plantaciones forestales no nativas y por habilitación agrícola (inducida incluso a través de enormes incendios), además de una importante pérdida de bosques por degradación y otros usos del suelo”, señala la especialista.
Sus dichos son complementados por Julio Torres, secretario ejecutivo del Colegio de Ingenieros Forestales de Chile (Cifag), quien relata que el reemplazo o la sustitución de bosque nativo por plantaciones “fue importante en la década del setenta y ochenta, pero gradualmente fue disminuyendo. Un punto de inflexión fue el boicot que un grupo de grupos ambientalistas hizo a las empresas forestales chilenas en Estados Unidos para que empresas como Home Depot no compraran madera chilena. Esto generó en 2003 un acuerdo voluntario en que las empresas se comprometieron a no sustituir bosque nativo y no comprar predios o madera proveniente de bosques sustituidos”.
Con miras a la conservación de las especies forestales en Chile, es relevante mencionar el rol que cumplieron normativas como la Ley de Bosques de 1931, el Decreto ley 701 de 1974 y sus posteriores modificaciones, y la legislación relativa a áreas (1984) y especies protegidas (1976 en adelante).
Un hito fue en el año 2008, cuando se promulgó la Ley 20.283 “sobre recuperación del bosque nativo y fomento forestal”, que tuvo como objetivos la protección, la recuperación y el mejoramiento de los bosques nativos, con el fin de asegurar la sustentabilidad forestal y la política ambiental.
Este normativa estableció que “toda acción de corta de bosque nativo, cualquiera sea el tipo de terreno en que éste se encuentre, deberá hacerse previo plan de manejo aprobado por Conaf”, el que deberá contener información general de los recursos naturales existentes en el predio. Además, definió la formación de un fondo concursable destinado a la conservación, recuperación o manejo sustentable del bosque nativo.
Sin embargo, a diez años de su promulgación y los beneficios que procuró entregar al sector, Jennifer considera que “no ha sido efectiva en términos de fomento, y el conjunto de normas vigentes para su regulación aún no es efectiva debido a deficiencias en monitoreo, control y condena”, considera Jennifer Romero.
Esta mirada crítica respecto a la normativa es compartida por Pablo Donoso, académico del Instituto de Bosques y Sociedad de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la Universidad Austral de Chile (UACh), quien señala que “diversas evaluaciones y diagnósticos determinan que esta ley, a 10 años de su promulgación, no ha servido para cumplir su propósito. Un muy bajo porcentaje de los recursos disponibles no son utilizados por la burocracia asociada y los bajos montos de subsidios”.
Sin embargo, no solo la normativa chilena ha procurado apoyar el desarrollo sustentable del bosque nativo.
La directora ejecutiva de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo estima que “cuando la legislación no es adecuada o suficiente, operan otros mecanismos, en este caso de mercado, como ha sido la Certificación Forestal. En particular, el sello Forest Stweardship Council (FSC) fue especialmente relevante a partir de 1998, cuando se materializó la iniciativa en Chile (Iniciativa Chilena de Certificación Forestal –ICEFI), a través de la que se establecieron estándares para el manejo sustentable de bosques y plantaciones. Las empresas, para ser competitivas a nivel internacional, se adhirieron al sistema de certificación buscando contar con el sello a través del cumplimiento de estos estándares, mucho más exigentes que los estipulados por la legislación vigente”.
A ello se suma el hecho que desde 2002 “comenzó el proceso de certificación ambiental Certfor de las empresas forestales, que consideraba la sustitución como una mala práctica y como un incumplimiento. Más tarde, las empresas se certificaron FSC, que poseía las mismas exigencias de no sustituir y de restaurar el bosque sustituido. Para poder certificarse, las empresas hicieron un levantamiento de información”, menciona Julio Torres, del Cifag.
Un impacto relevante de estas medidas es que “las empresas forestales tienen que reconvertir 40.000 ha de plantaciones a bosques nativos por sustituciones ocurridas a partir de 1994, como un compromiso con la certificación FSC”, menciona el académico Pablo Donoso.
Temas pendientes
Pese a los avances logrados a la fecha, Pablo Donoso, quien es además de profesor de silvicultura de bosques nativos, considera que “en la actualidad continúan degradándose los bosques nativos, principalmente para la extracción de leña, y son excepcionales los buenos casos de manejo sustentable de los bosques nativos”.
En ese contexto, Jennifer Romeroresalta que “hacen falta aún profundas modificaciones en el modelo forestal chileno, que potencie los productos madereros y no madereros de alto valor agregado de nuestros bosques, la valoración de servicios ecosistémicos, su valoración también en la economía y la necesidad, finalmente, de su buen uso, por lo tanto, conservación, por ser un elemento de seguridad nacional. Este nuevo modelo requiere un acompañamiento de políticas acordes y de un cambio profundo en la legislación y en los esfuerzos de control y en las condenas”.
Ver artículo original publicado en la Revista LIGNUM
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