Se nos fue 2022, y lo hizo con malos augurios. La madrugada del viernes 30 los celulares nos interrumpieron el sueño con sus aterradoras alarmas. Al grito de ¡terremoto!, muchos saltamos de la cama. No era eso. Cuando terminamos de despertar, pudimos ver que la alerta era por la cercanía (más que relativa en mi caso) de un incendio forestal.
Lo ocurrido hace algunos días en Viña del Mar nos recordó lo asoladores que pueden ser este tipo de siniestros, pero, a la vez, nos demostró que seguimos tropezando con la misma piedra, porque se construye, con o sin autorización, en lugares y con materiales inadecuados, porque la autoridad es incapaz de controlar este fenómeno y, finalmente, porque no faltan los enfermos del mate capaces de dejar una colilla sin apagar o derechamente encender fuego a sabiendas de que van a provocar una tragedia.
Mañana vamos a estar en las mismas. Los necesitados van a seguir ocupando espacios de alto riesgo, nadie va a ser capaz de erradicarlos mediante una solución sensata y los descerebrados del fósforo continuarán haciendo de las suyas.
Mal final de año y mal anticipo de lo que viene, porque el drama de los incendios es apenas uno más de los factores que nos seguirán preocupando, como la violencia en nuestras calles y campos, la inflación, el más que probable aumento del desempleo, las lamentables perspectivas que asoman para la salud mundial y la postergación de las grandes soluciones que esperamos para ser un cachito más felices. Menos mal que se anuncia que el precio de las bencinas tenderá a la baja. Así sea.
No me gusta ser pesimista, pero vaya que, por ahora, me cuesta cambiar de bando. Ojalá que ustedes se encuentren en mejor pie y tengan perspectivas favorables para lo que llega junto con enero y sus sucesores.
Se fue 2022 y nos dejó sin reyes. La gran mayoría de los chilenos somos muy republicanos (fieles a la república y no a otra cosa, aclaro) y a las monarquías las vemos como una excentricidad anacrónica, divertidas de ver a la distancia, propias de los ricos estados europeos que pueden darse el gusto de mantener a familias que no hacen nada, pero que viven mejor que el resto en palacios que dejan chicos a la de la Cenicienta o que pasean por el orbe dejando deseos de buena voluntad y, a veces, una que otra luca a sus anfitriones más desamparados.
Sin embargo, en septiembre, cuando murió Isabel Alexandra Mary de Windsor, para los amigos Isabel II de Reino Unido, no pudimos dejar de lamentar su deceso. Era graciosa, tal como sus compatriotas la definen en el himno patrio, la venerable anciana. Le ponía algo de encanto a este mundo tan falto de empatía.
Y, sobre el final del año, se nos va otro rey, a lo mejor con menos charming y billetes que la monarca británica, pero más popular y querido por todo el mundo, porque el reino del plebeyo Edson Arantes do Nascimento no se limitaba a unas cuantas islas y algunos saldos y retazos desparramados por el globo.
Los peloteros vamos a estar un buen tiempo discutiendo acerca de si fue mejor que Maradona o el más actual Leo Messi y yo soy de los que intransigentemente dicen que el brasileño fue el mejor de todos. No me vengan a sacar cuentas antojadizas con que éste ganó más trofeos o que este otro brilló en clubes europeos, porque Pelé jugó en otra época, cuando el Viejo Mundo todavía se reponía de los estragos de la Segunda Guerra Mundial y no podía permitirse pagar a un futbolista los disparates que reciben hoy, y porque estaba en lo mejor la Guerra Fría, lo que sirvió para que la dictadura brasileña lo mantuviera en casa, con un salario de película, para impedir que se contagiara con las tendencias más liberales del otro lado del Atlántico.
Ya sin majestades, el mundo llegó a los ocho mil millones de habitantes en este fenecido 2022 y se estima que el crecimiento poblacional seguirá en aumento, sin que se tenga asegurado el sustento, la salud y la seguridad de los que estamos embarcados en este globo.
Según la División de Población de la ONU, China sigue siendo el país con más ciudadanos, poco más de 1.400 millones, pero está a punto de ser alcanzado por India, que, por ahora solo tiene unos 30 millones de personas menos que China, pero se calcula que alrededor de 2050 los chinos tendrán un frenazo demográfico y seguirán siendo 1.400 y tantos millones, mientras que los indios llegarán a la estratosférica cifra de 1.800 millones, más o menos.
Y ¿qué pasa con nosotros? Fíjense que Chilito ya llegó al borde de los 20 millones, según la misma fuente. Con toda seguridad, en 2023 vamos a superar esa marca, sobre todo si nos siguen llegando refuerzos como ocurre hasta ahora.
Nuestro país se ubica en el puesto 62 de las naciones más pobladas del planeta, en un ranking que incluye 244 naciones y territorios. Ya sabemos quienes son los que reúnen territorios más poblados, pero ¿qué pasa en el otro extremo?
El estudio de la ONU identifica al colista absoluto: las Islas Pitcairn, dominio británico en la Polinesia, que tienen solo 40 habitantes, gobernados bajo un régimen parlamentario y ¡qué maravilla!, sin partidos políticos. Aunque cueste creerlo.
Estimados lectores, queridas lectoras. Que 2023 sea muy bueno para ustedes. Háganle empeño a ser felices.
Víctor Pineda Riveros
Periodista
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