Llegó el Mes de la Patria, los que ya tenemos unos cuantos septiembres en el cuerpo nos llenamos de tallas con las felicitaciones por haber pasado agosto, viene el cambio de hora y se anuncia la primavera.
Las cifras de la pandemia caen y caen e incluso la rebelde Región de Los Ríos muestra cifras más alentadoras. Bueno, los expertos dicen que la gran epidemia de hace un siglo, la mal llamada Gripe Española, se terminó sola, por agotamiento del virus. En ese tiempo no hubo vacunas ni internet para trabajar, estudiar o perder el tiempo desde casa, así que el bicho se apiadó.
No obstante, sigue muy vigente el llamado a no bajar la guardia como lo hacía Rocky, recibiendo andanadas de combos que se notaban demasiado que eran de utilería, porque un hombre normal, por muy campeón que sea, no puede resistir tanto charchazo en la cara sin irse al suelo y más abajo también, para siempre. Six Feet Under.
Siguiendo con los errores de Rocky, nunca entendí por qué se hacía llamar “El semental italiano”, con un apellido tan español como Balboa. Y nadie dijo nada. Ni los involucrados, de uno y otro lado, se molestaron en aclarar la situación. A lo mejor el papá de Rocky era un italiano de la provincia de León, de Badajoz o de Pontevedra, las tres posibles ubicaciones mencionadas como posible origen del apellido.
Ya, dejemos de lado el cine yanqui y sus gazapos y metámonos en lo nuestro, la obligación de no bajar la guardia frente al virus, porque a la temida variante Delta se ha sumado otra que han llamado Mu (sic), y la llegada del Mes de la Patria.
Todo muy bien, habrá relativas libertades para festejar y a la gente se le ve con otro ánimo, sin esa cara de poto que teníamos todos el año pasado, cuando todo era incierto, aciago, triste, en el mejor de los casos.
Sin embargo, en las calles se está viendo demasiado plástico imposible de reutilizar. Ya tenemos las tiras de banderitas chilenas con que se adornan negocios y hogares, pero eso es pasajero.
Lo inquietante es que como en septiembre hay mayor consumo, esencialmente de alimentos y bebidas, la gente se va a los supermercados y sale lleno de envoltorios poco saludables.
Hace algunos años, hubo bombos y platillos para celebrar el fin de la bolsa de plástico. Autoridades y empresarios se abrazaron jubilosos por el gran avance logrado en beneficio del planeta y sus habitantes. Aparecieron los letreros que anticipaban el fin de la práctica y que solo se proporcionaría a la clientela una envase de esos hasta cierta fecha.
To muy bien, pero… siempre hay un pero. Las bolsas que desaparecieron fueron las últimas que debieran haber desaparecido, porque como eran grandotas y sólidas, además de llevar a casa las compras servían para guardar objetos y hasta para botar la basura de manera más o menos ordenada.
Lo malo es que nadie se acordó de las otras bolsas y envoltorios que siguen circulando y que una vez llegados a casa no son más que un desecho. Cuando se compra pan, carne, frutas, verduras, etcétera y un millón de etcéteras, viene casi todo envuelto en el material indeseado. Ni hablar de lo que viene envasado, desde los tallarines hasta las galletas, pasando por la leche y las bebidas.
Al final, los más felices fueron los dueños de los supermercados, quienes ya no tuvieron que “regalar” las bolsas, sino que pudieron agrandar el negocio con la venta de contenedores de género, papel y otros materiales, algunos de ellos efectivamente biodegradables.
Hay tareas por delante para que este septiembre culmine con balance positivo. Primero, como dice doña Paula, hay que seguir cuidándose, con la mascarilla, el lavado de mano, el distanciamiento físico incluso entre enamorados, y el respeto a los aforos en lugares público. Y, segundo, hay que hacerle empeño a cuidar el planeta.
Por eso, este año cómase el asado, las empanadas y las ensaladas con bolsa y todo. Y tómese el terremoto en un solo vaso. ¿Cómo es eso? Muy fácil, lo anda trayendo todo el mes en el bolsillo y pide que se lo llenen en cada lugar donde la sed no le permita seguir adelante.
Víctor Pineda Riveros
Periodista
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