Es el héroe osornino por excelencia y claramente lo fue en el tiempo que le tocó vivir y por las decisiones que tomó al verse entre la encrucijada de vivir o morir consecuente a sus ideales. En 1879 Chile vivió una guerra terrible en el norte contra los ejércitos de Perú y Bolivia, la conocida Guerra del Pacífico, pero a diferencia de lo que muchos creen, el inicio del conflicto fue difícil para el ejército chileno por las dificultades que tenia el territorio que se iba a invadir, por la escasez de agua y por las enfermedades de las que los chilenos no estaban muy familiarizados. Ese era el escenario que vivió el soldado de origen osornino Eleuterio Ramírez Molina.
Ramírez fue parte de los más de 21 mil muertos que dejó la Guerra del Pacífico entre ambos bandos y hasta hoy se le recuerda como héroe tras caer en la Batalla de Tarapacá, peleando con heridas de bala, revolver en mano, hasta morir con un tiro a quemarropa un 27 de noviembre de 1879. Esa actitud le valió el apodo post morten de “El león de Tarapacá”.
CORAZÓN SUREÑO
Aunque es osornino de nacimiento, Eleuterio Ramírez también comparte raíces valdivianas. Nació en Osorno el 18 de abril de 1837 y sus padres fueron valdivianos, José Francisco Ramírez Carvallo y Marcelina Molina Asenjo. Venia de una familia de militares, pues su padre era sargento mayor del Batallón Valdivia en los primeros años de la República y su abuelo materno, Lucas Ambrosio Molina, fue comandante del batallón Valdivia en los años de la Guerra de Independencia, quien al igual que su nieto, también cayó en batalla de manera fiera.
Molina, quien había nacido en Valdivia, murió el 5 de agosto de 1813 en los combates del sitio de Chillán, cuando el Batallón Valdivia era parte del ejército realista. Según el libro “Intrépido, temerario y audaz” de Andrés Ruggieri, Lucas Molina fue requerido para que se rinda por las fuerzas patriotas que asediaban la ciudad, pero el oficial les habría contestado: “Dos hijos he traído al ejército, uno ha sido prisionero y quizás muerto, el otro está ahí con dos heridas, mi vida me es una carga y opino por antes morir que capitular”. Sin duda el abuelo de Ramírez también era un león y murió como tal, pues el texto histórico relata que un testigo que peleó al lado de Molina vio que su frente fue atravesada por una bala y cayó enterrando hasta el puño su espada con la que se apoyaba en medio de un lodazal y rodeado de enemigos.
Su padre José Francisco Ramírez también fue hijo del rigor. Bautizado el 7 de julio de 1765 en Valdivia, se integró al ejército y se adhirió a la causa patriota, pues fue arrestado el 21 de marzo de 1812 en el contexto de la contrarrevolución realista y en contra de los patriotas valdivianos que antes dieron el “Golpe de Todos los Santos” del 1 de noviembre de 1811. Ramírez padre fue enviado a la prisión del Fuerte San Luis de Alba del Río Cruces por patriota, pero posteriormente fue liberado y reintegrado al Batallón Valdivia y en 1825 se casó con Marcelina Molina.
En su niñez Eleuterio Ramírez estudió en una escuela de Calbuco para después ingresar al Ejército, el 2 de abril de 1855, cuando aún no cumplía los 18 años.
MILITAR
En el ejército se incorporó como subteniente de Gendarmes de línea y el 28 de diciembre de 1857 fue ascendido a teniente. Hasta que llegó el difícil año de 1859 cuando estalla de Guerra Civil que enfrentó a los partidarios del presidente Manuel Montt, apoyados por el Partido Conservador, contra rebeldes del Partido Liberal cuyo líder era Pedro León Gallo.
El militar osornino apoyó a Montt y tuvo su bautismo de fuego en la Batalla de Cerro Grande el 29 de abril de 1859 donde las tropas gobiernistas superaron a las revolucionarias. Ramírez, ya como capitán, estuvo en las campañas de la Araucanía entre 1860 y 1868 y entre medio, en 1866, fue parte de las tropas chilenas que combatieron contra los infantes de marina españoles en Caldera, en el contexto de la Guerra Hispano Americana.
En 1871 creó el periódico “El Foro Militar”, destinado a entregar información relacionada con el ejército.
RUMBO AL NORTE
Cuando comenzó la Guerra del Pacífico, Eleuterio Ramírez era comandante del Regimiento de Infantería Segundo de Línea. Se embarcó el 20 de febrero de 1879 y el día 23 de marzo estuvo en las acciones de la toma de Calama donde el ejército chileno derrotó a los bolivianos comandados por Ladislao Cabrera. Fue el primer encuentro de la Guerra del Pacífico.
Tras asegurar el dominio de los mares con la captura del acorazado peruano Huascar, se emprendió la Campaña de Tarapacá que se inició el 2 de noviembre de 1879 con el desembarco de las fuerzas chilenas en Pisagua. Después estuvo en la Batalla de Dolores el 19 de noviembre que provocó que las tropas peruano-bolivianas que se concentraban en la quebrada de Tarapacá se dispersaran.
Los chilenos fueron al encuentro de los aliados y el jefe del Estado Mayor, coronel Luis Arteaga, asumió la misión y dividió a sus fuerzas en tres columnas. Una al mando del teniente coronel Ricardo Santa Cruz; otra, a cargo del teniente coronel Eleuterio Ramírez, con 900 hombres; y la tercera, dirigida por el mismo Arteaga. El problema fue que los chilenos calcularon mal la real fuerza de los peruanos y los 2.278 chilenos terminaron enfrentando a casi 6 mil enemigos, con pocos víveres, agua y municiones.
La Batalla de Tarapacá fue el 27 de noviembre de 1879 y duró todo un día, aunque con una improvisada tregua. La columna de Ramírez debió atacar de frente y fue la más perjudicada por el fuego enemigo. Se dice que el osornino Ramírez exclamó “¡me mandan al matadero!”.
Las fuerzas chilenas, pese a las bajas, lograron desplazar al enemigo hacia la Cuesta Visagra, donde se produjo otra serie de enfrentamientos. Cerca de la 1 de la tarde hubo una tregua improvisada porque ambos bandos se dedicaron a reagruparse, pues el primer choque había sido toda una confusión para los dos bandos.
Con el fragor de la batalla y con un calor infernal los militares chilenos se refugiaron en un caserío y después Ramírez ordenó avanzar a descarga cerrada contra los enemigos. Cuando Ramírez señaló el área de ataque una bala le dio en plena muñeca.
¡A LA CARGA ROTOS M…!
A las 4:30 horas Eleuterio Ramírez dio la última orden de ataque con bayoneta a las fuerzas que comandaba. Gritó con fuerza: ¡A la carga rotos maricones!, según aseguran algunos cronistas. Eran algo más de 200 hombres hambrientos y exhaustos, que pese a todo se lanzaron contra el enemigo, logrando abrirse paso. Ramírez ordenó la retirada después de ser herido por dos balas, una le dio en el pecho y otra en el muslo derecho.
Estaba herido de muerte y tenía 14 balas y abrió fuego, sólo falló en dos ocasiones. Los peruanos entraron a los caseríos con ímpetu y un teniente le quitó el arma a Ramírez y le disparó a quemarropa matándolo. Junto a él murieron sus últimos 25 soldados. Los enemigos prendieron fuego a las casas. La batalla se había perdido, pero los peruanos y bolivianos no pudieron tomar posesión del lugar porque no tenían pertrechos y optaron replegarse hacia Arica, por lo que la victoria de los aliados no sirvió de nada y a los chilenos les dio tiempo para reagruparse.
La hazaña de los oficiales chilenos en Tarapacá, permitió una victoria impensada. Chile se adueñó de la región, mientras las fuerzas enemigas partieron rumbo a Pachica, con 66 prisioneros y el estandarte del Segundo de Línea que había comandado Ramírez, capturado en la refriega.
El cuerpo de Ramírez fue recuperado, pese al incendio en el caserío, pero le faltaban sus piernas y un brazo. Desde entonces el osornino fue bautizado por los soldados chilenos como “El león de Tarapacá” porque había muerto peleando hasta el final y herido de muerte con la misma entereza que lo había hecho su abuelo valdiviano en 1813 en la Guerra de la Independencia.
El teniente coronel Ramírez fue el oficial chileno de más alto rango fallecido en la Guerra del Pacífico y pronto fue elevado a la categoría de héroe nacional, casi a la altura de Arturo Prat.
Años después, en Osorno, el 11 de diciembre de 1927, se inauguró el monumento a Eleuterio Ramírez en un acto que contó con la presencia de los descendientes del héroe y con la asistencia del Presidente de la República Carlos Ibáñez del Campo.
El nombre del oficial también es recordado en una de las calles principales de Osorno y en un liceo de la ciudad.
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