Diario Sostenible

La importancia de la taxonomía para la conservación biológica

Por Lorenzo Palma / 4 de mayo de 2018
Abrothrix olivaceus
184 taxónomos de 37 países manifestaron su preocupación sobre una nueva propuesta para definir especies de animales y plantas
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A raíz de un artículo publicado en la revista Nature, 184 taxónomos de más de 30 países realizaron objeciones y comentarios respecto a la propuesta presentada por Stephen T. Garnett y Les Christidis, la cual señala que es necesario que se implemente un organismo institucional que regule la publicación de nuevas especies de la flora y fauna. La razón detrás de la propuesta es que los frecuentes cambios en el número e identidad en las especies que son reconocidas entorpecen los esfuerzos que se hacen para conservar la Biodiversidad.

De acuerdo a los múltiples adherentes de la carta, publicada en la revista Plos Biology a mediados de marzo, los cambios taxonómicos se deben fundamentalmente a dos causas. La primera, común a cualquier disciplina científica, refiere a cómo avanza el conocimiento científico a medida que se analizan nuevos datos a la luz de nuevos enfoques metodológicos y paradigmas conceptuales, que corroboran o falsifican hipótesis previamente propuestas. La segunda causa tiene que ver con la naturaleza del objeto de estudio. Las especies no son entidades fijas; por el contrario, son inherentemente unidades que están en constante evolución, por lo que su identificación y delimitación, tiene un componente de incertidumbre asociado.

Lo anterior causa que en muchos casos, una especie que se consideraba distinta a las demás, pasa luego a ser considerada indistinguible de otra especie; o que haya casos en que una especie sea dividida en dos o más especies. De igual manera, es relevante tener en cuenta que buena parte de las poblaciones naturales no han sido estudiadas, por lo que es común encontrar nuevas especies en la naturaleza.

“Los listados taxonómicos deben basarse en la ciencia”

De acuerdo al Dr. Guillermo D´Elia, investigador del Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas de la Universidad Austral de Chile y uno de los autores de la carta, el problema radica básicamente en no entender la naturaleza de las especies y si bien las propuestas como la debatida son bien intencionadas, no logran identificar y así abordar el verdadero problema. Parte de la solución pasa por una comunicación más fluida entre los taxónomos y los usuarios del conocimiento que ellos producen, incluyendo los encargados de proteger la biodiversidad, pero en ningún caso por regular externamente la práctica taxonómica.

Desde el año 2000 a la fecha el Dr. D´Elia contabilizó alrededor de 600 nuevas especies de animales continentales en Chile; entre éstas se incluyen insectos, arácnidos, moluscos, reptiles y mamíferos. Son más de 30 especies descubiertas por año, lo cual da cuenta del constante fluyo de información en el campo de la taxonomía y de  que aún una importante fracción de la biodiversidad de Chile no se conoce. Cabe destacar que sólo en el último número de la Revista Chilena de Entomología se dieron a conocer cuatro nuevas especies para la ciencia encontradas en el país.

La propuesta de Garnett y Christidis es rechazada porque además de restringir la libertad de acción de los taxónomos, se considera que más burocracia no es la solución a los potenciales inconvenientes que pueda generar la práctica taxonómica en la conservación de la biodiversidad global. De acuerdo al taxónomo, la validación del conocimiento taxonómico, como en cualquier disciplina científica, solo debe estar supeditado a la propia comunidad científica, a través de nuevos estudios y la revisión entre pares. El consenso interno sobre, en este caso, la distinción de nuevas especies, no puede recaer en un organismo que no sea la comunidad científica.

Un punto en común a las partes de este debate es que la conservación de la biodiversidad necesita estar informada por los resultados de investigaciones científicas, y por lo tanto, es precisamente la investigación la cual debe ser potenciada. Los taxónomos detrás de la carta señalan que los problemas para enfrentar la crisis de la biodiversidad tienen su base en el insuficiente apoyo por parte de organismos estatales, como por ejemplo, los cuestionables recursos para financiación de proyectos y  las pocas oportunidades de capacitación e inserción de nuevos investigadores.

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